Be nice
Los primeros rechazos nunca se olvidan.
Hace muchos años escribí a una prestigiosa investigadora que ofertaba una beca (ahora contrato) para hacer la tesis doctoral en su departamento. Recuerdo haberme preparado el mail con anterioridad, con nervios, una presentación y entregar mi CV. Recuerdo también su respuesta: “Estimada María, tu expediente académico no es suficiente para trabajar en nuestro grupo”. Y sobre todo, recuerdo lo mucho que me afectó aquello con apenas 20 pocos años. Mentiría si dijese que eso no marcó mi carrera académica. La idea de fracaso y de no ser suficiente siempre las he tenido presente.
Hoy, con otra perspectiva, veo que se sigue repitiendo el mismo patrón. En estos días, acaban de salir las evaluaciones de las ayudas Ramón y Cajal y Juan de la Cierva-Incorporación/Formación. Es una alegría ver a compañeros/as investigadores ser beneficiarios/as con mucho esfuerzo. A pesar de ello, veo cómo otras personas igualmente válidas me comentan el horror y el sin sentido de sus evaluaciones.
Debo decir que desconozco el proceso de evaluación, qué se está evaluando y por qué varían unas evaluaciones de otras; también si se está llevando a cabo correctamente por parte de algunos evaluadores por su tono en las evaluaciones. Mi experiencia en haber sufrido unas cuantas y la experiencia de mis compañeras me han llevado a reflexionar hoy, siempre desde mi punto de vista, sobre la importancia de tener en cuenta una serie de aspectos.
- Creo que se debería evitar las evaluaciones extremadamente subjetivas. Lenguajes como “alto o bajo perfil” que no llegan a ninguna parte. Alto y bajo en academia es relativo y no pueden medirse. Denota también una especie de clasismo académico donde el evaluador/a determina si tu perfil puede ser “alto o bajo” basado en sus propias suposiciones. Esto puede generar que la persona que reciba la evaluación como “perfil bajo” sienta que su investigación no vale nada. Otro punto a considerar es decirle a un investigador “te falta esfuerzo”. Con este lenguaje, se vuelve a considerar la academia como un sistema meritocrático en el que si te he rechazado ha sido “porque no has trabajado lo suficiente”.
- Las frases vacías de significado o generalistas no evalúan nada, al contrario, parece como si no hubiera justificación para esa mala nota y el evaluador/a se dedica a rellenar hueco. En algunas evaluaciones puede verse un lenguaje engorroso y sin un significado conciso. Hace un tiempo recibí una evaluación que decía “amplio margen de maniobra”. No tengo carné de conducir.
- Las resoluciones llegan con un año de retraso prácticamente. El tiempo de espera puede llevar a que algunos investigadores, que normalmente comen y necesitan dinero para vivir, acaben trabajando en otros empleos hasta que la resolución esté disponible. O que simplemente no hayan tenido la suerte de encontrar algo en academia y tengan que trabajar de otra cosa, especialmente en un año que hemos sufrido una pandemia mundial. Dedicarse a otro trabajo mientras se espera a una resolución no significa que “no le interesa ya la investigación”, sino todo lo contrario: hace un esfuerzo por seguir en la investigación. En la academia se espera que la gente que no tiene un contrato se siga dedicando el 100 % a la tarea de investigación, pero se obvia que actualmente existe una burbuja basada en la extrema competitividad y en la precariedad. Esto hace que finalmente el sistema genere una extraordinaria desigualdad donde se compite entre los que tienen la suerte, el tiempo y, sobre todo, el dinero durante un año para estar sin trabajar hasta que consiguen una ayuda para la investigación, los que han conseguido una postdoc previa y los que necesitan trabajar para sobrevivir a la espera.
- El sistema académico es tan competitivo que muchas investigadoras, por ejemplo, se les fuerza a rellenar los huecos vacíos de su experiencia académica reviviendo sus traumas y vivencias. Hace unos meses una investigadora explicaba cómo había tenido que poner en su CV un aborto que la llevó a una depresión durante un año sin poder publicar. Esto se hace principalmente para que la persona evaluadora vea ese “hueco lleno” y entienda el porqué no ha publicado ese año, sin embargo esto nos está llevando a un panorama desolador a pesar de ser unas de las profesiones con un preocupante índice de depresión y problemas de salud mental.
- La interdisciplinariedad puede llegar a ser un problema en la academia. Se anuncia siempre a bombo y platillo la importancia de esto pero la realidad es otra. Se penaliza a la gente que trabaja desde diferentes ámbitos y esto es un hecho.
- Es necesario evitar el lenguaje machista y sexista. Aunque ahora está más controlado, no puedo evitar ver como mis compañeras siguen recibiendo evaluaciones con un tono sexista.
Mi intención aquí no es criticar el sistema de evaluaciones. Todo está basado en mi experiencia y en la amplia experiencia de colegas investigadores. Por supuesto que hay buenos evaluadores/as y evaluaciones justas. No obstante, parece que nos hemos acostumbrado a una carrera académica basada en la extrema competitividad y en el sacrificio insano. Para demostrarlo, se usa con lastimosa frecuencia un lenguaje negativo y soez como forma de potenciar a las personas a “que se esfuercen más” o directamente para expulsarlas de la academia según una percepción individual y subjetiva. Las evaluaciones pueden llegar a herir la sensibilidad de gente que lleva toda su vida esforzándose para conseguir el puesto soñado. Sobre todo, cuando tienen que esperar un año a una resolución de la que dependerá su estabilidad laboral. Creo que es necesario tener en cuenta que los niveles de exigencia han ido aumentando a lo largo de los años. No puede ser que estemos alabando la decisión de Simone Biles cuando hemos creado un ambiente extremo donde cada vez más personas abandonan la academia precisamente por lo mismo. Tampoco puede ser que se justifique ese lenguaje negativo considerando la academia como un ente superior, idea basada en el elitismo académico que todavía se mantiene y fomenta. La academia es un trabajo como cualquier otro así que por favor, be nice.
Dedicado a Violeta Moreno por su inspiración. Gracias a Víctor M. Lozano por decirme que lo publique y por su ayuda