La hostilidad invisible

Resulta absurdo pensarlo
10 min readFeb 11, 2022

Comencé a escribir estas líneas hace unos cuantos meses cuando se hizo público en twitter una charla de un señor filósofo en un Instituto científico sobre mujeres y género. En la charla se manifestaron ideas totalmente acientíficas y se reforzaron de nuevo los mismos estereotipos sobre mujer y carrera científica que ciertamente hemos oído demasiado por distintos lares, con la diferencia de estar respaldado por un centro de referencia. La conferencia del señor fue posteriormente eliminada ante las duras críticas recibidas. Todo esto fue gracias a que muchas investigadoras del mismo centro y de otros manifestaron su absoluta disconformidad con la charla a través de las redes sociales. Finalmente, el mismo Instituto acabó retractándose mediante un comunicado pero ¿y si nadie hubiese dicho nada?

Hace unos días cuando decidí actualizar este escrito se hizo público un nuevo seminario de otro organismo sobre ciencia donde todos los ponentes eran hombres. De nuevo, algunas investigadoras reaccionaron pero la respuesta de algunos fue la de “ya os invitamos a una charla de mujeres y ciencia”. Hoy cuando escribo estas mismas líneas el día de la Mujer y la Niña en la Ciencia vuelve a ocurrir lo mismo con la única diferencia de que hoy el espacio es para nosotras. Mañana a saber.

Esto no es nada nuevo. Cada año se vuelve a repetir el mismo patrón pero, ¿qué está pasando cuando los organismos públicos permiten este tipo de charlas mientras celebran seminarios sobre ciencia y mujer? ¿Es útil fomentar únicamente las vocaciones científicas de las mujeres si los mismos institutos o centros repiten los mismos patrones de antaño? ¿Trabajamos en nuevos frentes con viejas herramientas? ¿Por qué cuando hablamos en este día de referentes no se toca el tema de la discriminación, acoso o conciliación? ¿Cómo vamos a fomentar las vocaciones científicas a las niñas/mujeres si luego incluimos en las mismas instituciones conferencias de gente hablando de sexismo, “soft values” y “femenine culture” o a investigadores hablando de cosas acientíficas cuando tratan temas de género?

Está claro que por mucho referente que conozcamos, las investigadoras siguen viviendo bajo un ambiente de hostilidad invisible donde, por un lado, se crean espacios “seguros” para fomentar vocaciones científicas pero, por otro, se mantienen estos espacios dependientes de estructuras todavía arcaicas y sin ningún signo de que vayan a cambiar.

Con esto no se pretende decir que hablar de referentes sea algo malo. Al contrario. Gracias a las charlas de muchas científicas que han dedicado su esfuerzo y trabajo a darlas de forma totalmente altruista conocemos a más a científicas que fueron olvidadas. Sin embargo, a veces resulta más fácil hablar de Marie Curie como gran referente que de los verdaderos problemas estructurales que afectan a las investigadoras dentro de los espacios científicos. Hablar de excelencia cuando se habla de investigadoras top pero, ¿por qué no podemos ser también mediocres?

Es por ello que, puede resultar posible ver cómo una institución celebra este día y que al día siguiente se inviten a señores para hablar de algo de lo que no son expertos en su campo o se organicen conferencias donde la presencia femenina es casi inexistente. Donde se sigan tapando sonados casos de acoso sexual o se sigan ejerciendo todo tipo de discriminación laboral o de conciliación.

Está claro que hemos avanzado en estos temas, pero ¿por qué siguen existiendo estas prácticas si cada vez más la academia es más conciente de su importancia?

  1. Una habitación propia pero sin llave.

La conquista de espacios se ha alcanzado de forma paulativa, aunque todavía se sigue trabajando bajo un territorio hostil. Es hasta tal punto absurdo que cuando existen conferencias donde hay una mayoría aplastante femenina es porque se trata cualquier tema que tenga que ver con la Mujer y [ponga aquí el teclado predictivo] o porque “son nuestros días”. Aunque a veces no siempre. Esto ha llevado a la creación de espacios seguros donde las mujeres pueden hablar con naturalidad, pero que a la vez son apartadas de otros espacios por tenerlos.

Conferencia Women in Math (de Stephanie Driggs)

2. Ese sesgo del que usted me habla

El sesgo existe pero sigue sin admitirse desde el poder. Recuerdo una frase de Margarita Salas que decía que las cuotas no eran necesarias y que la mujer algún día llegaría a la igualdad con esfuerzo y con mucho trabajo. No sé cuántos años han pasado y el esfuerzo ha sido titánico pero ¿tenemos que esperar otros 50 años más como dicen los expertos? ¿Por qué sigue existiendo mayor abandono femenino a partir del doctorado? La falsa meritocracia de considerar que con muchísimo esfuerzo se puede llegar lejos sin llegar a tener en cuenta otros factores de discriminación no tan visibles sigue existiendo en los entornos científicos, incluso nosotras tenemos ese sesgo porque así nos han educado. Hablar de desigualdades dentro de la academia, teniendo en cuenta también las desigualdades dentro del entorno femenino académico (investigadoras racializadas, trans) es poner sobre la mesa un panorama más honesto y justo que seguir disneyficando la academia con una falsa cultura del “tu puedes”.

3. “No hemos encontrado mujeres expertas”

¿Habéis escuchado alguna vez lo contrario? “No hemos encontrado hombres expertos?”¿Entonces? ¿Qué pasa aquí? Creo que es necesario replantearse este aspecto con detenimiento, ¿por qué resulta tan dificil encontrar mujeres para ser ponentes o supuestamente a optar por determinados puestos? Recuerdo hace unos años que Arqueológas feministas denunciaron precisamente la organización de unas conferencias donde no había ni una investigadora como ponente. La respuesta de algunos de los organizadores fue “no hemos encontrado mujeres especialistas del tema”, pero sin embargo tiempo después salieron muchas investigadoras a comentar que algunos investigadores que estuvieron en la ponencia tampoco lo eran. También se dieron algunos nombres que la organización ignoró, ¿entonces? Hoy en día resulta necesario tener en cuenta esta problemática porque cada vez más las mujeres investigadoras criticamos este aspecto que pasa con mucha asiduidad, incluso cuando hay una mayoria femenina en la disciplina. Si en el caso de no encontrar mujeres (porque puede pasar) que ¿podríamos hacer? Quizás buscar ayuda externa a través de redes sociales que funcionan bastante bien o dejarlo claro para tratar de evitar un posible conflicto. Otra cosa bastante importante es reflexionar sobre la crítica, que a veces molesta, pero es esencial conocer en qué se ha fallado y por qué esto ha pasado para evitar sesgos en un futuro. No hay nada malo en equivocarse. Hoy día, con una mayoría aplastante de investigadoras decir “no hemos encontrado mujeres” suena a comentario simplista y conviene recalcar, preguntarse por qué y abrirse a otras redes que puedan ayudar. No puede seguir indicandose este hecho como excusa.

Un ejemplo claro de esto se encuentra en mi campo (Historia y arqueología) donde existe una paradoja curiosa sobre ello: a pesar de existir un porcentaje alto de mujeres haciendo carreras de humanidades su representatividad en conferencias y seminarios parece mucho menor en determinados campos. Sobre todo, con respecto a ciertos temas mucho más masculinizados (guerra). Este sesgo es menos notorio cuando se tratan temas típicamente femeninos (historia de género, maternidad, etc.) que responde a una falta de interés por parte del público masculino tanto de ponentes como de asistentes.

4. El sesgo del cansancio

Se trata de un sesgo invisible del que no se habla. Lidiar prácticamente día sí y día no con situaciones de machismo, gaslighting, o situaciones que te invisibilizan suele resultar para una gran mayoría de las investigadoras agotador. Este sesgo está tan normalizado que muchas no nos damos cuenta hasta que no es evidente y esto hace que, por ejemplo, valoremos menos nuestro trabajo o nuestras intervenciones o participaciones. El peligro de este sesgo tan normalizado puede acarrear a la invisibilización del trabajo en las investigadoras, promovido por ellas mismas porque se entiende de que para qué una va intervenir o hablar si va a ser constantemente juzgada en su trabajo.

Promover el autobombo en investigadoras puede ser una idea fantástica pero sin los canales y herramientas suficientes o un cambio de mentalidad dentro de la estructuras académicas el proceso seguirá siendo muy paulatino.

5. La conciliación y los cuidados

El tema más olvidado dentro de la academia y el que quizás esté afectando más al abandono de las científicas junto con el acoso sexual.

El sistema académico se ha vuelto tan salvaje que no contempla el rol de la cuidadora, normalmente desempeñado por la mujer. Compaginar horas imposibles, tardes reuniones o estancias en el extranjero siendo cuidadora se ha convertido en una tarea titánica y que en su mayoría se contempla como algo invisible o sin importancia. Esto paradójicamente está cambiando con el auge de investigadores varones reclamando su rol también de cuidador.

Hace un tiempo publicamos en un artículo en El Salto que existen estudios donde se afirma que la carrera de una investigadora experimenta su freno durante la maternidad. Esto también se ha visto en recientes investigaciones donde las tijeras se han convertido en unas pinzas, curiosamente cuando finaliza la etapa predoctoral. Asimismo, también existen estudios donde se identificó que casi la mitad de las mujeres estadounidenses cambiaron su contrato a jornada parcial después de dar a luz. Este factor aumentó con el nacimiento de un segundo hijo, mientras que en el caso de los investigadores masculinos el porcentaje no llegó al 23%. Otro estudio identificó que tanto mujeres como hombres tiene una productividad e impacto equivalentes en academia, no obstante las tasas de abandono de las mujeres investigadoras con el paso del tiempo eran mucho mayores. Este tema ha empeorado durante la pandemia donde las tareas de cuidados han sido ejercidas mayoritariamente por el sector femenino.

El resultado es que una mayoría de mujeres investigadoras acaban por abandonar su carrera profesional por ejercer los cuidados, lo que ha beneficiado en parte a los investigadores a ocupar altos cargos de responsabilidad dentro de la academia. Si esto no se frena poniendo medios accesibles a la conciliación por parte de las Instituciones (acceso a guarderías, salas de maternidad, cuidados, reuniones en horario de conciliar, políticas de discriminación, conferencias híbridas) el acceso de la mujer en la ciencia será cada vez más dificil dentro de un sistema científico cada vez más depredador y desigualitario.

6. El autobombo y Los bros

Llamamos bros a la priorización absoluta del colegueo en academia que siempre suele ser en detrimento de la participación femenina en ellas. Imaginemos que se organiza una conferencia y los organizadores/as tienen que elegir a los ponentes. Si hay una mayoría de los organizadores que pretenden tirar de agenda o invitar a algún conocido/amigo “experto en el tema”, este mayormente será un investigador masculino. Lo mismo ocurre con posibles colaboraciones o artículos. A veces se organizan grupos en torno al género masculino, entre ellos el jefe, que acaban por acaparar determinadas tareas de mando que, por supuesto, quedas excluida, también de los méritos. Como el club no Homer Simpson.

El tema del nepotismo es algo que se sigue priorizando en la academia y en este caso las mujeres investigadoras quedamos totalmente al margen y excluidas de este grupo de bros, a excepción de cuando se tratan temas de género o femeninos por proximidad y por escaso interés de los investigadores varones que nos “ceden su espacio”.

A las mujeres normalmente se les excluye muy sibilinamente de estas redes clientelares porque estas se suelen tejer fuera del ámbito académico donde es poco probable que la investigadora pueda acceder. Esto, en cierta forma, puede acabar con la invisibilización del trabajo de la investigadora en un mundo donde la visibilidad es muy importante para poder destacar dentro de un entramado lleno de desigualdades.

7. El acoso

El libro de Ángela Bernardo sobre acoso sexual en la ciencia (‘Acoso: #MeToo en la ciencia española, lo recomiendo muchísimo) ha sacado a la luz todo el engranaje que sigue permitiendo que todavía exista el acoso sexual dentro de la academia y que, en muchos casos, sea impune y una cuestión de status jerárquico donde el acosador ejerce un poder sobre su víctima.

El aislamiento que sufre la víctima, tanto por parte de sus compañeros/as, como el proceso por el que tienen que pasar de larga espera y de revictimización hacen que, aunque cuenten con protocolos redactados por expertos, todavía existan mujeres que no se atrevan a denunciar. Por otra parte, también se hace necesario revisar esos protocolos para conocer si se están siguiendo o si son visibles. Además, extender estos protocolos a otros ámbitos como los trabajos de campo donde las investigadoras también pueden sufrir este tipo de acoso sin saber qué hacer con el condicionante de que se encuentra en un lugar que no es una institución.

Estas líneas no pretenden dibujar un panorama desolador.

Celebrar el día de la Mujer y Niña en la Ciencia es algo primordial si se quiere seguir fomentando las vocaciones científicas. Seguir trabajando para visibilizar a mujeres científicas que fueron totalmente excluidas y discriminadas es hacer política a favor de señalar las estructuras y condiciones a las que se vieron inmersas para poder ser lo que ellas quisieron ser. No obstante, hablar de ellas sin hablar de conciliación, discriminación o acoso es promover un discurso vacío de contenido o un lavado de cara de la institución de turno.

El avance sigue existiendo aunque muy paulatino pero firme. Cada vez más mujeres dentro de la academia señalan las dificultades existentes y las discriminaciones a las que se ven expuestas. Otras han sabido detectarlo gracias a su visibilización. Hablar y exponer estas problemáticas, no solo el día de la Niña y la Mujer en la Ciencia, sino también todos los días es contribuir a mejorar y hacer llegar nuestro poder para poder cambiar las instituciones. Para eso somos la mitad.

Texto dedicado a todas las investigadoras que han sido un referente para mí en estos temas.

Agradecimientos a Víctor M. Lozano por obligarme a publicarlo

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